lunes, 1 de junio de 2009

TERRY GILLIAM VUELVE AL QUIJOTE



Al séptimo día de la creación, según la Biblia, Dios descansó de todas sus obras después de ver todo lo que había hecho. Al séptimo día, Terry Gilliam, viendo lo poco que había hecho e incapaz de vencer a tantos elementos en contra, renunció a su obra y se fue a casa. En octubre de 2000, tras seis días de rodaje, el cineasta estadounidense, el único miembro de los míticos Monty Python no británico, se rindió a la evidencia y canceló el rodaje de The man who killed Don Quixote, su visión del personaje de Miguel Cervantes.

Un cierre en falso que los agoreros ya habían pronosticado cuando su presupuesto se redujo de 40 a 32 millones de dólares (de 28 a 21 millones de euros) y Gilliam no pudo ensayar previamente con ninguno de los actores protagonistas (Johnny Depp, Jean Rochefort, Vanessa Paradis o Jonathan Pryce), repletos de compromisos; y que se cumplió tras unas impresionantes inundaciones en el lugar de rodaje, las navarras Bardenas Reales, que convirtieron el desierto en un lodazal y destruyeron los decorados, y una doble hernia discal en la columna del quijote Rochefort, que le impide desde ese día montar a caballo.

De todo aquello quedó un documental, Lost in La Mancha, de Keith Fulton y Louis Pepe, contratados para filmar el making of y que acabaron rodando el unmaking of, el testimonio sobre cómo no se hizo The man who killed Don Quixote.

Hace un mes, Gilliam, el creador de Brazil, Doce monos, El rey pescador y que en el pasado Cannes presentó El imaginario del doctor Parnassus, anunció que volvía a la carga, que cabalgaba de nuevo con su Quijote. "Le dediqué 10 años de mi vida entonces y mi mente ha seguido en él", confiesa. El cineasta ha pasado el fin de semana en Ibiza, recibiendo un homenaje en la tercera edición de su festival internacional de cine IFF. En los últimos siete años, Gilliam ha estado batallando contra los abogados de las diferentes compañías de seguros que se habían quedado con los derechos del proyecto y del guión.

Hoy, apoyado por el prestigioso productor Jeremy Thomas, vuelve a tener la sartén por el mango. Buena imagen para un gastrónomo voraz, que charla sobre el proyecto mientras comienza una opípara comida, junto a su mujer y su asistente, en dalt vila, el casco histórico de Ibiza. Con una de sus llamativas camisas, Gilliam rememora entre risas -nunca, ni hablando del fallecido Heath Ledger ("Era el mejor de su generación, y muy divertido, no un torturado como dice la leyenda"), protagonista de su Doctor Parnasus, le abandona la sonrisa- todas sus desventuras. "Claro que rodaré en España. Será en primavera y este julio ya estaré en Madrid preparando la preproducción. Pero no volverá a las Bardenas. "Es una lástima, porque es un sitio bellísimo e impresionante, pero sólo vale para hacer anuncios", y se aprieta una croqueta de diseño.

El director se refiere a la imposibilidad de filmar con sonido directo en el paraje navarro, por la cercanía de un campo de tiro para aviones de la TAN, hecho que no descubrió hasta el primer día de rodaje del viejo Quijote, cuando empezaron a oírse un reactor tras otro cada 15 minutos. "Sólo volveré si la OTAN quiebra, y sospecho que eso no va a ocurrir".

"Durante todos estos años sabía que tenía un guión perfecto, y ni lo miré. Hace unos meses lo leí de nuevo, ¡y lo he reescrito!". Se echa a reír. "Muchas cosas han cambiado en el inicio porque muchas cosas han cambiado en la actualidad. Incluida la crisis económica, y el triunfo de los ineptos en Hollywood. Nunca quise adaptar el libro como tal. Es grande y perfecto. Yo quería, y quiero, usar Don Quijote y algunas de sus aventuras para sentirme libre, probablemente como haría el mismo Cervantes. ¡Deberías preguntarle a él!". El hilo argumental sigue igual: un ejecutivo londinense (Johnny Depp) viaja al siglo XVII y a España, donde Don Quijote lo confunde con su Sancho Panza. "Todo el mundo dice conocer muy bien a Don Quijote. Me pasó en 1990. Un productor me propuso la idea, la acepté y después leí la novela. Cambió mi percepción por completo. Es maravilloso, y la segunda parte, moderna. Pirandello firmaría cada palabra del segundo libro. Pero es imposible adaptarlo y yo necesitaba libertad para que el público actual entendiera aquella época. Por eso inventé al ejecutivo. Ahora he ido haciéndolo más autobiográfico. Y todavía lo estoy reescribiendo. Por ejemplo, ahora hay un director que quiso rodar un Quijote con habitantes de un pueblo español, y uno se cree el caballero. Es una trama peligrosa y no sé hacia dónde me va a llevar".

Orson Welles persiguió como un poseso toda su vida a Don Quijote. "¡Rodó durante años! De ahí no podía salir un buen trabajo". Chaplin acarició secretamente el proyecto. "Para mí es importante, pero no fundamental. La gente razonable me decía: 'No pierdas el tiempo, abandónalo'. Y por eso he seguido tras él. No sé si tendré más o menos presupuesto que en 2000. Depende de quién esté. Johnny está muy ocupado con sus Piratas del Caribe, pero, como siempre, me dijo: 'Llámame y allí estaré'. En cuanto a Don Quijote, aún no lo tengo claro. Ni siquiera he pensado en nombres. Aunque seguramente será europeo. ¿Tienes alguna propuesta?".

También anda buscando una Dulcinea. "Tendré actores españoles. Rossy de Palma se ha ofrecido. No, no será Dulcinea. Pero creo que estará. Para Dulcinea necesito una joven Penélope Cruz, de unos 20 años. Con la locura y el peligro que emanaba Cruz en Jamón, jamón. ¿Por qué no lo hace tan bien en Hollywood? En fin, a lo mejor contrato a una argentina o una brasileña. Pero no tendrán lo que una española: fuego en la mirada ¿Existe ahora alguien así?".

Terry Gilliam echa la vista atrás, picotea una ensalada y se autodefine: "¿Mi carrera? Hombre, no he matado a nadie. Me siento un soñador como Don Quijote y duro trabajador del día a día como Sancho Panza. Perfecto para mi personalidad esquizofrénica. Pero en serio, he hecho un puñado de buenos filmes. Tengo una teoría: he hecho menos malas películas que otros cineastas".

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