viernes, 19 de junio de 2009

CINE RODADO CON TELÉFONOS MÓVILES. ¿EL FUTURO?



El cortometraje terminaba con la secuencia de un tipo que se caía de un edificio alto. Y para darle realismo, los autores pensaron que lo mejor era arrojar el móvil encendido con el que rodaban desde el edificio en cuestión. Metieron el teléfono en una cajita protectora de plástico para que amortiguara la caída, la ataron con cuatro hilos de pesca a una maroma de 100 metros y, ayudados de un palo de escoba para que no chocara contra la fachada o contra la cabeza de alguien que se asomara en ese momento, dejaron caer el artilugio. El móvil no dejó de rodar: el realismo se consiguió. El cortometraje se titula Turbo 2088 y ha participado en la quinta edición del Festival Internacional de Películas con Móvil de París, organizado por el Forum des Images, convertido en el gran centro audiovisual de la capital francesa, con sus salas de diversos tamaños y su cine a la carta. Una oportunidad de descubrir lo que la camarita del teléfono, más manejable, ligera e íntima que sus hermanas mayores, y más dada a experimentos arriesgados, aporta al mundo del cine.

"El objeto es tan pequeño que puedes hacer de todo con él", dice un director
Benoit Labourdette, coordinador general del festival, define lo que significa rodar con un móvil: "Es como tener un ojo en la mano". Sabe de qué habla. Él mismo es realizador y cineasta, y ha dirigido varias películas con cámaras convencionales y varios cortometrajes con teléfono móvil. Y explica la diferencia: "No se rueda con móvil porque sea más barato; ahora mismo, hay cámaras de buena calidad baratas. El móvil aporta otras cosas: intimidad, proximidad, cercanía al otro y a uno mismo".

El festival, que terminó el domingo eligiendo tres ganadores entre los 800 cortos recibidos, lleva a cabo otros experimentos: desde que empezó, en 2005, ofrece portátiles equipados con cámaras a cineastas, artistas e intelectuales para que los utilicen a su modo. El ofrecimiento, en muchos casos, merece la pena. Por ejemplo: el director Joseph Morder se lo tomó a pecho e hizo una película entera. El argumento era sencillo: "Era yo mismo familiarizándome con esa cámara pequeña, rodando", dice Morder. La película, que se titula Me gustaría compartir la primavera con alguien, se convirtió en 2008 en la primera película grabada con móvil que se ha estrenado en salas convencionales en Francia. "La cámara del móvil es ligera, más próxima, no es que cambie el lenguaje del cine, pero aporta un elemento más a su gramática", añade el director.

El escultor Richard Teixer, conocido por sus enormes estatuas de bronce, utilizó el móvil para rodar a un amigo suyo, el pintor chino Zao Wou-ki, alérgico compulsivo a las entrevistas y a las cámaras. El tímido Wou-ki, sin embargo, se abrió a la minicámara casi invisible de Teixer. El resultado es un delicado documental titulado Rojo muy fuerte. Teixer quedó encantado con la experiencia: "Esta pequeña cajita luminosa es más que una simple herramienta. Sirve para cambiar mi manera de relacionarme con el mundo. Es una suerte de diario íntimo".

A otro al que El Forum des Images le regaló un teléfono con cámara para que lo paseara por su vida fue al autor de teatro y escenógrafo italiano Pippo Delbono, que lo utilizó durante un año y medio. Grabó, sobre todo, en qué se ha convertido su país. La película, una especie de radiografía política y callejera de Italia, se titula El miedo. Delbono describió así su modo de trabajo: "El objeto es tan pequeño que puedes hacer de todo con él. Yo rodaba sin ideas preconcebidas y luego veía el resultado".

Con todo, ninguna de estas obras entraba en la competición de la quinta edición del festival. Sí que lo hizo, para ganar, un inquietante cortometraje inglés titulado Incidente, de Michael Szpakowski, que cuenta, en un largo plano, con una calidad inmejorable, una agresión difusa y lejana de un hombre a su mujer. Lo terrorífico de este corto es lo que esconde; no lo que muestra.

En segundo lugar quedó el sólo a medias humorístico Turbo 2088, que muestra, a base de utilizar la cámara de fotos y la del vídeo, con mucha ironía, cómo un hombre dormido sube, arrastrándose, sin darse cuenta, hasta el techo de un edificio alto para, sin despertar, arrojarse al vacío. Guillaume Barrabas, uno de los autores, coincide al adjudicar a la cámara del portátil su inmediatez, el hecho de poder llevarla siempre encima, como una libreta de notas. Pero luego concluye que, en el fondo, todo sigue siendo cine.

"También te permite rodar sin que tengas que necesitar mucha gente. Y eso es algo que me gusta", añade Barrabas, en una entrevista telefónica. "Turbo 2088 lo rodamos tres personas: el actor y dos realizadores. Nos reímos mucho. Sobre todo cuando lanzamos mi teléfono desde el edificio".

-¿Y no se rompió?

-No. Aún lo utilizo. Y no siempre para rodar. ¿Con qué se cree que estoy hablando con usted?

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